Soy la primera mujer de mi familia en dedicarme al bordado y una de las únicas que ha podido estudiar e invertir mi tiempo en reflexionar sobre los patrones que se repiten en mi ancestralidad. Y así comienzo mi investigación ancestral y bibliográfica sobre las vivencias particulares y colectivas que esas mujeres atravesaron para que hoy yo pudiera volver a mis manos y todo mi cuerpo para aprender a construir un nuevo modo de vivir y de relacionarme con el mundo.
En las líneas que describen las vivencias femeninas, construyo un diálogo íntimo y expongo una narrativa de ruptura e invisibilidad, pero principalmente de reconstrucción. Cuerpos abstractos en constante expansión, las capas de los secretos que guardamos, los caminos y las trampas que atravesamos, las casas en ruinas, las casas cuerpos y las casas colmenas
componen el conjunto de imágenes que desarrollé para esa obra. Materiales como paños de cocina, mis propios cabellos, papeles que mi madre usaba, hilos de algodón que heredé de mi abuela, fragmentos de textos que escribí y la aplicación del punto yugoslavo me apoyan a construir la poética íntima de esas piezas.
Mi paleta de colores y texturas también me apoyan en transmitir las sensaciones y momentos de transformación de esa trayectoria.
Trazo caminos paralelos que revelan el punto inicial de la ruina, donde se abren las cicatrices, hasta la construcción meticulosa de un espacio sagrado. La violencia, antes impuesta, es confrontada y transformada en una energía que nace en el estómago de esa mujer. La invisibilidad se disipa a medida que cada bordado adquiere nuevos colores y técnicas. Los caminos con trampas son deshechos y construidos nuevamente. Puntos con volumen y textura crean pequeños espacios para el florecimiento de lo femenino. Y cada línea es una afirmación de que es posible vivir nuestras verdaderas identidades y deseos, en
cualquier espacio que queramos fluir.
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