La silla de mi abuela
Mi abuela nació en 1888 en la Ciudad de México y fue testigo de una época de grandes transformaciones: la pavimentación de las calles, la llegada del alumbrado público, la televisión, el teléfono, la estufa de gas, entre muchos otros cambios. Incluso vivió los años turbulentos de la Revolución Mexicana, ya casada y con su hija mayor.
Su infancia no fue sencilla. Por los problemas con su madrastra, ella y sus dos hermanas decidieron huir para vivir con su abuela materna. La familia era muy pobre, y desde muy joven mi abuela consiguió trabajo cortando tela para camisas en El Puerto de Veracruz, una tienda muy importante en aquella época. Ese fue su primer contacto con la tela, y poco después comenzó a coser a mano piezas de camisas para el mismo lugar.
Con el tiempo, mi abuela y mi tía aprendieron a bordar con unas monjas españolas, y juntas realizaron incontables bordados. Lo curioso de esas clases es que, además de enseñarles las puntadas, también les hablaron de las sillas especiales para bordar cómodamente. En la casa de mi abuela había dos de esas sillas, y hoy conservo una como un verdadero tesoro.
Lo más interesante de esta silla son sus medidas. Las patas miden 32 cm, a diferencia de una silla normal que suele medir 48 cm. Esa diferencia permite bordar sin tener que encorvarse, ya que al sentarse y cruzar la pierna, el bordado queda a la altura perfecta para apoyar el brazo que sostiene el bastidor. El asiento mide 42 x 44 cm, es relativamente pequeño y está tejido en bejuco, lo que lo hace más cómodo. El respaldo, ligeramente curvo e inclinado hacia atrás, le da un apoyo especial que convierte a la silla en un lugar ideal para largas horas de bordado.
Guardo muchos recuerdos de mi abuela y mi tía sentadas en esas sillas, bordando juntas. Con los años, yo misma la utilicé en el cuarto de mis hijos cuando eran pequeños, pues su baja altura me permitía jugar con ellos sin tener que sentarme en el suelo. En algún momento la pinté de blanco, algo de lo que hoy me arrepiento. Ahora quiero devolverle su aspecto original, porque comprendo que lo que tengo no es solo un mueble, sino una parte entrañable de la historia de mi familia.


Qué preciosidad de silla, qué presencia y qué hermosa historia tiene ¿Sabes? Mi abuela era camisera en España, hacía camisas por encargo, en su casa. Me encanta tener esta ocasión para dejar un registro de ese trabajo, ya nunca escucho eso de "camisera" 👔