Cuando era muy pequeña viví un tiempo con mi madre en la residencia de ancianos donde ella trabajaba. Yo era tan pequeña que aún no tenía mis dientes de leche, pero me consta que -además de papillas y pañales- compartí mucho tiempo y afectos con los más ancianos que habitaban el lugar. Desgraciadamente, en mi memoria consciente apenas queda registro de lo vivido allí.
Mi madre, sin embargo, sí recuerda muchas historias de aquellos días. Eran momentos de incertidumbre para ella porque mi padre estaba lejos, en una Alemania en la que aún existía el muro de Berlín. La gente del resto de Europa no podíamos movernos con la facilidad de hoy por el territorio. No sabíamos exactamente cuándo recibiríamos los permisos para trasladarnos y tampoco sabíamos muy bien cómo íbamos a mantenernos allí. Era un tiempo de cambios y de mucha incertidumbre (tal vez como los que podamos estar viviendo ahora, en un sentido general).
A mi madre le gustaba bordar. Yo tengo aún alguna pieza suya enmarcada de cuando estaba embarazada de mí... Y una de las señoras a las que atendía, era también una bordadora empedernida, aunque el tiempo hubiera hecho estragos en su vista y en sus manos.
Mi madre recuerda con cariño unas palabras que le dedicó esta señora. Le dijo: "A menudo, la vida nos trae experiencias que no entendemos. Parecen un sinsentido que nos desespera o nos preocupa y tendemos a preguntarnos ¿por qué a mí? Eso nos pasa porque la vida es como un bordado que observamos del revés: vemos hilos entrecruzados, puntos aparentemente inconexos... Con suerte e imaginación adivinamos la imagen final, pero la verdad es que puede parecer un lío, una maraña extraña. En cambio, con el tiempo, cuando va llegando el final de nuestras vidas, podemos ver ese bordado desde el derecho y apreciarlo con cierta distancia. Ahí todo parece ordenarse y vemos el trabajo final." Tras tan solemne declaración, como quitando importancia a lo que acababa de decir, añadió despreocupada "y recuerda que es sagrado, SAGRADO, lavarse muy bien las manos antes de ponerse a bordar."
Probablemente tenía razón: el bordado, como la vida, tiene algo de sagrado. El bordado nos conecta con el aquí y el ahora, a la espera de ver cómo se va resolviendo el dibujo de nuestra vida.
yo siento tranquilidad al mirar el revés de un bordado... como que hace que todo valga la pena... les pasa?
También podemos mirar atrás y recordar quienes eramos cuando realizamos aquel bordado ❤️
¿Por qué a mí? ¡Cuánta razón Mari! Vamos a seguir bordando nuestras vidas😘
¡Es verdad que te conecta con el "aquí y ahora"! Pero sólo si no comienzas a juzgarte a ti misma, me parece.
❤️🫂