Materia: Técnicas de Transferencia (sobre mi pieza final de la materia)
Impartida por Gimena Romero
La primera vez que me cortaron el cabello tenía siete años, mi cabellera me llegaba a la cintura pero siempre estaba trenzada. Mi madre no tenía paciencia para peinarme, pero mi abuela sí, con mucha dulzura y cuidado me cepillaba los cabellos y me hacía una trenza hermosa y lo más importante sin jalones de pelos, sin dolor.
Cuando me cortaron el cabello mi abuela guardó la trenza, pensé que era innecesario, hasta grotesco, pero ella la colocó delicadamente en una cajita con papel suave de arroz.
Me acostumbré tanto a que ella me peinara que nunca aprendí a trenzarme el cabello, y como después de ese corte no volví a vivir con mi Tita, dejé de llevar trenzas por evitar las toscas manos de mi madre.
Más de treinta años después, me pregunto dónde quedó mi trenza, esa cajita tan delicada se perdió cuando mi abuela murió. Quisiera tenerla, ya no me parece grotesca sino hermosa porque los dedos de mi abuela la trenzaron con el amor más tierno.
Los dedos regordetes de mi mamá tampoco son toscos y de vez en cuando dejo que me jalen un poco los cabellos porque en realidad me acarician el corazón.
Como en la trenza, mi abuela, mi madre y yo estamos unidas.
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