En tribu, en manada: el arte de nutrirnos creativamente
- Gimena Romero

- 22 sept
- 2 Min. de lectura

Intentando poner orden en mi estudio (siento que es una tarea de nunca acabar) estuve revisando mis libretas de hace muchos años. Me quedé en una, año 2010, vivía en Francia, hago eco de lo que decía la Gimena de entonces.
Hay un proverbio africano que dice: “Hace falta toda una aldea para criar a un niño”. Yo agregaría: hace falta toda una tribu para sostener un proceso creativo, y una manada para cuidar el fuego de la inspiración.
La imagen romántica del artiste maudit solitario, encerrado en su buhardilla parisina, con un cigarrillo en una mano y una copa de vino barato en la otra, puede sonar seductora. Pero en la vida real, la soledad absoluta es un callejón sin salida. Como dicen los franceses: “l’union fait la force” (la unión hace la fuerza).
En comunidad compartimos recursos, sí, pero sobre todo compartimos miradas. Cada vez que alguien nos devuelve su eco sobre lo que hacemos, nos recuerda que nuestro trabajo tiene un lugar en el mundo. Estar en tribu es escucharnos decir “no estás loca, yo también siento eso” y de pronto la carga se vuelve ligera.
Las tribus creativas son espacios donde se tejen complicidades: un café improvisado, un mensaje a medianoche con una idea, un hilo invisible que nos dice “vas bien, sigue”. En francés se diría: “Je t’accompagne”, te acompaño. Qué diferente se siente avanzar cuando sabemos que alguien camina a nuestro lado.
Si la tribu es contención, la manada es impulso. La manada corre, avanza, abre senderos en medio del bosque. Nos protege y nos obliga a salir de la comodidad. Y en esa carrera compartida, cada quien descubre su propio ritmo.
En una manada creativa, la energía se multiplica. El entusiasmo de una persona contagia, la resiliencia de otra inspira, y la calma de alguien más regula la marea. Es un ménage à trois (o a quatre, a cinq, a cent) donde todas las personalidades encuentran lugar.
En Francia se dice “joie de vivre”, esa alegría de vivir que brota en lo cotidiano. Estar en tribu y en manada creativa nos regala precisamente eso: una alegría que alimenta, que hace que lo que parecía imposible se vuelva ligero.
Compartir no es solo repartir tareas, es nutrirnos mutuamente: con risas, con referencias, con silencios cómodos, con hombros disponibles.
La próxima vez que te sientas perdida, recuerda: no tienes que andar sola. Busca tu tribu, encuentra tu manada, rodéate de esas personas que te hacen sentir en casa incluso cuando estás creando territorios desconocidos.
Como dicen los franceses al brindar: “À votre santé!” —a tu salud, a la mía, y a la de todas las manadas creativas que sostienen el mundo.




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