Cuando bordo, por detrás del bastidor, hago un movimiento sosteniendo la aguja entre mis dedos, que hace que el hilo de trabajo gire sobre sí y, luego de varias puntadas en que esto se repite, forma un nudo que me pide tiempo, paciencia y un delicado compromiso para poder desarmarlo sin dañar el hilo y evitando que se corte. Mientras esto sucede, pienso en este efecto como una metáfora de los pensamientos que aparecen sin aviso, se retuercen en mi cabeza y me invaden cada vez que debo dar el siguiente paso o luego de tomar una decisión importante.
Para evitar los enredos, dejo caer la aguja que pendiendo del hilo comienza a girar, y danza hasta que desaparecen los bucles y el nudo ya no tiene espacio.
Vuelvo a entrar, aún más profundo, en el trance que cada puntada propicia y sumergida en mis reflexiones entiendo que, en el bordado como en mi vida, debo cada tanto detener mi labor, estirar las hebras de pensamientos y dejarlas libres para que vuelvan a su estado natural y así evitar el atasco.
Detenerme, como detengo el bordado… darle a mi cabeza el respiro necesario para que vuelva a su estado de calma, dejar de exigirme si ya he hecho suficiente hasta ahí y confiar en mis propios tiempos y procesos para evitar los nudos que me impiden avanzar y mantener mi ritmo vital. Convertirme en la aguja que se deja caer.
Entro en estado de flujo y bordando acompasadamente puntadas de paso atrás observo la mecánica de este punto que, como su nombre lo indica, necesita retroceder un paso y volver a avanzar para aparecer abrazando a la hebra por delante, y así formar una línea perfecta que si miras en detalle se ha convertido en cuerda y me detengo un momento para conectar con la emoción que me provoca entender cómo cada técnica y hacer artístico, combinado con un pensamiento reflexivo, filosófico y profundo puede regalarnos una metáfora para la vida y alimentar nuestro crecimiento personal, espiritual y creativo.
Es en ese instante, en el que sublimada en mi quehacer de bordadora me cuelo en la intimidad del paso atrás, él me habla de las dicotomías dialécticas entre el éxito y el fracaso, los errores y los aciertos, la felicidad y la desdicha, y me dice en susurros amorosos que para avanzar a veces es necesario dar ese paso atrás para permitirme tomar impulso y detenerme para no enredarme, porque los enredos me demoran.
Es retroceder y volver a pasar por algunos caminos para revisar, corregir y aprehender. Regresar sobre mis pasos por si acaso algo se me olvidó o se me pasó por alto. Volver implica que desaprenda y vuelva mirar para volver a construir nuevos conocimientos. Un paso atrás me abre a la posibilidad de repensar los trayectos y observar el camino hecho desde la perspectiva de las experiencias que he vivido para no tropezar con las mismas piedras, para no atascarme con los mismos nudos.
Regreso de mi trance bordador, comienzo a ordenar mi mesa de trabajo y recuerdo una de las últimas clases con Gimena Romero cuando decía que un fenómeno no es, sino que un fenómeno sucede, y que eso es el bordado: lo que sucede en la bordadora mientras ella borda. Y es entonces que comprendo que en la intimidad del diálogo con ese punto en paso atrás ha sucedido en mí el fenómeno del bordado.
Me gusta cómo logras describir emociones de una manera tan bella. Gracias por compartirlo con los demas
Felicitaciones Eugenia, que palabras tan bonitas para describir un bordado y el sentir de su borrador
Hermoso manita... Te abrazo fuerte ❤️
Hermosas y exactas palabras amiga...un placer leerte.
Que reflexión tan bella sobre el movimiento del hilo que transcurre y acompaña el movimiento interno. Esa escucha subtil de lo resentido en diálogo con el gesto creador.
Me encanta Euge.!
Gracias.
Precioso, Euge! Me suele pasar cuando hago ganchillo u otra labor. Y que sepas que me han venido aún más ganas de bordar!
Aprender a disfrutar cada punto, del proceso completo, antes de llegar a la obra final. Gracias Euge!